Alícia duerme. En la ciudad retumba el silencio, el frío se cuela en cada callejuela y la noche como de costumbre últimamente llena de estrellas. Estoy un poco constipado y la cabeza me hierve. Alícia sueña, murmura, palabras huecas, el reloj resuena en su habitación diminuta. Repliega todo su cuerpo como un recién nacido como buscando algo o alguien. No tiene frío, de hecho en su habitación hace calor pero su cuerpo está empapado de un sudor frío. Un lápiz en la mesa va rodando, desde el teclado del ordenador hasta la otra extremidad de la mesa y cae. Alícia se despierta por un momento y entre sus labios dice: otra vez?...En la playa mas cercana, las olas rompen, silenciosas, frías, espumosas, en una cadencia perfecta. Siempre iguales, repitiendo una historia inacabable. Miramos a la farola del paseo, la bombilla parpadea sin cesar y a lo lejos los sollozos secos de un perro perdido.
Leyendo el periódico, en el café de cada mañana. El sol entra oblicuo por la ventana y casi nos ciega la vista. Su luz perfora el humo caliente del café que se levanta inmune a los avatares de la vida.
28 de des. 2006
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